Alex
Senderovich
Miles
o cientos de insectos perturban la paz de las flores recién cortadas, quizá ni
muertas o agonizantes pueden descansar en paz. Centenares de cempasúchil en
maseta llegan de camiones provenientes de Xochimilco a un lugar que al parecer
tiene décadas de ser un espacio tradicional para las flores y para las
familias.
Cada
fin de semana nos visita el gentío, casi
todo se vende, existe una tremenda pluralidad de cultura visible para varios e impresionante
para extranjeros. Un lugar de tradición de padres e hijos, para comer,
convivir, para hacer la despensa de la semana.
La
señora del chicarrón termina pronto, todo lo vende y para hacer clientes
siempre que vende regala una bolsita de salsa y para los que están formados
esperando su turno y elegir, se les regala un taco para que prueben y tengan
más ganas de su producto.
Siempre
que se acerca el día de muertos el mercado se llena de artículos para la
fiesta. Calabazas, calaveritas de amaranto, de azúcar, de chocolate, de gomita
e incluso de ate. También hay piñatas, papel picado, miles de dulces e
incienso. Hay de todo para que ese mismo día montes tu altar y recuerdes a
aquellos seres amados que nos esperan del otro lado.
La
viga de Jamaica… la razón de este nombre “La viga” es porque existía un puente que
por debajo de éste las chalupas pasaban, venían desde Xochimilco y llegaban por
lo que actualmente es la calzada de la viga, esto sucedía desde la época
novohispana e incluso quizá más atrás. El detalle consiste en que la chalupa
pasaba pagando una pequeña cuota y asi se levantaba una viga puesta a propósito
para que no se pasara fácilmente. He ahí el nombre La viga, a unos cuantos
pasos del gran mercado de Jamaica donde la sección de flores está abierta toda
la noche para enamorar a aquella mujer con rosas o tulipanes, para llevarle
flores a nuestra madre, para cuando nos toque ser enterrados o enterrar a
alguien.
Cuando
mi papá era pequeño venia mucho con mi abuelito, siempre pedía un huarache de costilla
que nunca se terminaba, mi abuelita no quería que papá pidiera eso ya que nunca
se lo acababa pero el abuelito siempre le dijo que sí. –Si el niño quiere uno,
que se lo traigan- decía. Sólo es cuestión de adivinar quien se terminaba lo
que papá dejaba. Y asi como mi papá hay más historias de gente viniendo al
mercado desde tiempos remotos y él me ha dicho que es maravilloso vivir ahora
frente al mercado.
Muchas
lenguas se hablan aquí: otomí, maya, náhuatl, quiché, español, inglés y otras
más que aún no se han podido contar por la variedad indígena que llega acá.
Vestimentas tradicionales y familias de todo tipo vienen, es como tener un
trozo de culturas mexicanas en un solo punto. En navidad se atasca de pinos, en
el día de la madre hay más flores que de costumbre.
Creo
que lo más bello para mí, es que cuando cruzo el mercado para ir a la
universidad las flores desprenden su aroma, dando permiso para llevármelos a
todos lados, dándome permiso para llevarme sus últimos suspiros.
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