martes, 20 de octubre de 2015

Un trozo de tradición



Alex Senderovich

Miles o cientos de insectos perturban la paz de las flores recién cortadas, quizá ni muertas o agonizantes pueden descansar en paz. Centenares de cempasúchil en maseta llegan de camiones provenientes de Xochimilco a un lugar que al parecer tiene décadas de ser un espacio tradicional para las flores y para las familias.

Cada fin de semana nos visita el gentío,  casi todo se vende, existe una tremenda pluralidad de cultura visible para varios e impresionante para extranjeros. Un lugar de tradición de padres e hijos, para comer, convivir, para hacer la despensa de la semana. 

La señora del chicarrón termina pronto, todo lo vende y para hacer clientes siempre que vende regala una bolsita de salsa y para los que están formados esperando su turno y elegir, se les regala un taco para que prueben y tengan más ganas de su producto. 

Siempre que se acerca el día de muertos el mercado se llena de artículos para la fiesta. Calabazas, calaveritas de amaranto, de azúcar, de chocolate, de gomita e incluso de ate. También hay piñatas, papel picado, miles de dulces e incienso. Hay de todo para que ese mismo día montes tu altar y recuerdes a aquellos seres amados que nos esperan del otro lado. 

La viga de Jamaica… la razón de este nombre “La viga” es porque existía un puente que por debajo de éste las chalupas pasaban, venían desde Xochimilco y llegaban por lo que actualmente es la calzada de la viga, esto sucedía desde la época novohispana e incluso quizá más atrás. El detalle consiste en que la chalupa pasaba pagando una pequeña cuota y asi se levantaba una viga puesta a propósito para que no se pasara fácilmente. He ahí el nombre La viga, a unos cuantos pasos del gran mercado de Jamaica donde la sección de flores está abierta toda la noche para enamorar a aquella mujer con rosas o tulipanes, para llevarle flores a nuestra madre, para cuando nos toque ser enterrados o enterrar a alguien. 

Cuando mi papá era pequeño venia mucho con mi abuelito, siempre pedía un huarache de costilla que nunca se terminaba, mi abuelita no quería que papá pidiera eso ya que nunca se lo acababa pero el abuelito siempre le dijo que sí. –Si el niño quiere uno, que se lo traigan- decía. Sólo es cuestión de adivinar quien se terminaba lo que papá dejaba. Y asi como mi papá hay más historias de gente viniendo al mercado desde tiempos remotos y él me ha dicho que es maravilloso vivir ahora frente al mercado. 

Muchas lenguas se hablan aquí: otomí, maya, náhuatl, quiché, español, inglés y otras más que aún no se han podido contar por la variedad indígena que llega acá. Vestimentas tradicionales y familias de todo tipo vienen, es como tener un trozo de culturas mexicanas en un solo punto. En navidad se atasca de pinos, en el día de la madre hay más flores que de costumbre.

Creo que lo más bello para mí, es que cuando cruzo el mercado para ir a la universidad las flores desprenden su aroma, dando permiso para llevármelos a todos lados, dándome permiso para llevarme sus últimos suspiros.